LA MALDICIÓN
Había una vez dos hermanos, cuya edad es de 12 años, que tenían una casa en un pueblo al lado del campo. Ellos jugaban por la tarde porque por la mañana iban al colegio y allí terminaban toda la tarea. Siempre se adentraban en el bosque hechando una carrera hasta el centro del bosque. Allí se encontraba un gran árbol hueco, ancho y alto, cuyas raíces se salían del suelo. Había una puerta en aquella planta, por donde siempre entraban. Samuel, ya que era más educado, llamaba a la puerta, pero Carlos entraba directamente. Ese árbol estaba ocupado por una anciana de ojos azules y pelo blanco, que siempre lo llevaba recogido con un moño porque, según ella, llevarlo suelto significaba que era hija de los malos espíritus. Bueno, volviendo al tema, ella, de nombre Sinforosa, se enfadaba con Carlos por interrumpirle de repente entrando por la puerta sin llamar.
Un buen día, Sinforosa estaba cocinando y escuchó que alguien llamaba a la puerta, pero entró Carlos sin permiso. La señora, se enfadó y dijo:
-Luna negra, flor venenosa, nido de culebras... ¡Qué este muchacho se convierta en lo que menos se lo espera!
Carlos se partía de risa y congiendo la mano de su hermano, se fue de allí.
Al día siguiente, era fin de semana, se levantó del suelo del bosque, no sabía cómo había llegado allí. Cerca, estaba Sinforosa que tenía un estanque lleno de agua cristalina, con la que utilizó como espejo. Cuando se miró, no podía creerlo, tenía un pelaje naranja con rayas negras, también tenía bigotes y dientes afilados. Era más grande y andaba a cuatro patas. ¿Sabéis qué era? Exactamente, era un gran tigre, un tigre de bengala. A él no le gustaba nada los animales, pero sí la naturaleza. Empezó a rugir delante de la puerta de la señora. Ella salió riéndose y le explicó que aprendiera modales. Pero... ¿Cómo iba a aprender modales siendo un tigre? Pues mira, muy fácil, tendría que aprender a controlar su genio, intentar no sacar las garras mucho (Solo para conseguir comida puede sacarlas), y sobretodo, llevarse bien con los animales. Él agachó la cabeza, echó las orejas para atrás y se metió el rabo entre las piernas. A Carlos no le gustaba nada estar así, se desahogó con un árbol y aceptó las condiciones.
Pasaron años y no lo conseguía. Él sabía que no debería ir al pueblo, pero un día fue. Casualmente, ese día, iban a poner una película en el centro del pueblo, todo el mundo asistirían. El tigre bagaba por las calles solitarias hasta llegar al centro. Allí, escondido en una esquina de una casa, vio bastantes mercadillos vendiendo alfombras de piel de tigre porque iban a ver una película muy famosa de tigres. Cada vez se cabreaba más hasta que salió por atrás de la pantalla de cine rompiéndola, todos corrieron, pero Samuel, se quedó un rato mirándolo, pero luego se fue.
Cuando ya se hizo todo un hombre aprendió la lección, pero no del todo. Un camión de un circo pasaba por esas carreteras, una jaula estaba abierta. El camión tenía que reducir la velocidad, y en ese mismo momento, uno de los tigres saltó. Carlos fue a donde estaba el tigre y por parecer era una hembra.
Meses después, la pareja de tigres estaba en un prado y vieron a Samuel con su esposa y sus dos hijos, ellos salieron corriendo al verlos, excepto Samuel que se quedó paralizado. Carlos se acercó, saltó sobre él y... recibió un gran abrazo. En aquel momento, por el horizonte, apareció Sinforosa (que tenía ya 105 años) que le dijo:
-Luna blanca, flor perfumada, nido de pájaros...¡Qué este tigre sea humano!
Se dio media vuelta y se fue.
Al día siguiente, se despertó en la cama de una casa blanca, junto a él había una hermosa mujer que por parecer, era la tigresa. Pero...¿Quién soy yo? Eso te lo dejaré a cargo de tu imaginación.
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