Un
rey paseaba inquieto de un lado a otro, haciendo sonar sus pasos por
los largos pasillos de su castillo. Dos guardianes le miraban
extrañados:
-¿Sabes
qué le pasa al rey?
-
La verdad, es que no, esta mañana se levantó de un salto, miró por
la ventana, se vistió y se fue directamente al trono sin desayunar.
-Ssshhh.
Que viene.
Pasaron
las horas, parecía que el rey estaba como esperando algo, pero
seguramente no es algo bueno. En su trono estaba pensativo y
raramente el castillo estaba en silencio, cuando de repente lo
interrumpió el emisario:
-¡Señor,
señor! ¡Hemos detectado enemigos!
Él,
se levantó, su rostro serio pasó a estar enfadado, y dijo furioso:
-¡Qué
se presenten todos los soldados disponibles!
Unos
minutos más tarde, el rey estaba dando órdenes a varios hombres.
Todos obedecían y se iban corriendo a sus puestos. No sabían con
quién se enfrentaban: eran una tribu de hombres que no tenían
tantas armas tan avanzadas para la época en la que estaban, en
cambio, ellos tiraban flechas ardiendo, hacían una gran bola con
hojas, la quemaban y las tiraban con las catapultas. El rey tubo
ventaja porque el castillo no está en el suelo, está sobre un gran
trozo de roca, donde en la parte de abajo, había una pequeña puerta
y si tú entrabas, había un túnel por donde tú podías subir y
bajar gracias a las piedras que están sujetas. Esa roca estaba
situada a al orilla de la playa, y si subía la marea, no se podía
entrar.
Después
de unos días, se pudo divisar a lo lejos muchos hombres con
antorchas que empujaban catapultas y llevaban el la mano flechas y
arcos, la cara estaba cubierta con una máscara. Al fondo, estaba el
jefe sentado en su trono empujado por cuatro de sus hombres. Él no
paraba de gritar:
-Melma
Meness, indigas ziedu, ligzdu cuskas!
Sus
súbtos le contestaban:
-Dzirdet,
dzird!
Daban
miedo, pero no podían darles: sus flechas y bolas incendiadas no
llegaba al castillo, el caso es que ellos tampoco podían darles:
todo lo que tiraban se caía al agua o se pasaba de largo, además,
se movían y se extendían por todas partes. Llegó un momento en el
que el rey gritó al emisario:
-¡He
tenido demasiada paciencia con esos díscolas! ¡Que los nuestros
paren de disparar!
-Mil
disculpas mi señor, pero...
-¡No
hay peros que valgan! ¡Qué paren de una vez!
-(Suspira)Lo
que usted desee... ¡Parad de disparad! ¡Es una orden del rey!
-¡Qué
se metan todos a dentro a descansar!
-Si
mira a vuestros alrededores, estamos en medio de una pelea, mi
majestad...
-¡Qué
todos se refugien dentro del castillo! ¡Es una orden!
-¡Meteos
a dentro, rápido! ¡Lo ordena el monarca!
No
durmieron esa noche muy bien con los gritos y los golpes de los
enemigos. Sin embargo, por la mañana, la tribu se marchó después
de insistir en algo que era imposible se conseguir, ya que estaba la
marea llena.
Después
de ese día, el castillo volvió a la normalidad: estaba inundado por
las risas del rey causadas por los chistes, que igualmente los
escuchaba todo el castillo, del bufón. Una vez que fue finalizado el
turno del payaso, pensó que quizás su pequeño reino necesitaba una
reina, así, que decidió reunir a todas las doncellas del castillo
ylas empezó a hablar:
-Mi
padre siempre fumaba un puro habano y mi madre le reñía. Desde
entonces, vivía en otra isla, mi padre en las batallas, nunca se
quedaba en la retaguardia, en cambio, iba siempre a la vanguardia y
nunca ha peleado en su castillo, bajaba a pelear a la tierra para
combatir en el mismo nivel que el enemigos. Yo siempre observaba con
atención a mi padre desde la ventana de mi habitación mientras que
me comía un tarro de azúcar. Eso se acabó cuando unos vándalos
mataron a medio ejército y junto a él, mi padre. Ellos se quedaron
con mi madre y algunas mujeres más y retomaron el castillo. El resto
de la tropa y las mujeres con sus hijos, consiguieron montarse en el
barco con migo e irnos a otra isla cercana. Como yo era príncipe, me
nombraron rey de un pequeño reino. Pero nunca seré tan valiente
como mi padre...
Cuando
se quiso dar cuenta, solo unas pocas muchachas atendían a la
historia, el resto de las mujeres miraban a los jilgueros jugar en el
aire a través de la ventana. El rey propuso el siguiente reto:
-Tengo
unas semillas que os voy a dar con una maceta y cada una va a cuidar
su propia semilla y me traeréis el resultado.
Una
vez repartidas las semillas y las macetas les dejó un tiempo justo
para cuidarlas.
Una
muchacha, cuyo nombre es Margarita,
cuidó a su semilla como si fuera un niño pequeño, pero no le salía
nada, ni siquiera un brote verde...
Cuando
pasó el tiempo, todas presentaron flores con hermosos colores
excepto Margarita que presentó una
maceta vacía. Entonces, el rey dijo que la única que le había
dicho la verdad era Margarita porque era imposible que de esas
semillas saliera algo. Se celebró la boda y todo salió bien.
Este
rey era listo porque consiguió que un ejército de rebeldes se
cansara y salieran de guerra. También ideó un plan para averiguar
quién de las chicas era sincera.
Mi
próxima historia se titulará Los embalses,
pero ahora no tengo suficiente tiempo para contártelo.
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