miércoles, 20 de marzo de 2013

Un rey ingenioso


Un rey paseaba inquieto de un lado a otro, haciendo sonar sus pasos por los largos pasillos de su castillo. Dos guardianes le miraban extrañados:

-¿Sabes qué le pasa al rey?
- La verdad, es que no, esta mañana se levantó de un salto, miró por la ventana, se vistió y se fue directamente al trono sin desayunar. 
-Ssshhh. Que viene.

Pasaron las horas, parecía que el rey estaba como esperando algo, pero seguramente no es algo bueno. En su trono estaba pensativo y raramente el castillo estaba en silencio, cuando de repente lo interrumpió el emisario:

-¡Señor, señor! ¡Hemos detectado enemigos!

Él, se levantó, su rostro serio pasó a estar enfadado, y dijo furioso:

-¡Qué se presenten todos los soldados disponibles!

Unos minutos más tarde, el rey estaba dando órdenes a varios hombres. Todos obedecían y se iban corriendo a sus puestos. No sabían con quién se enfrentaban: eran una tribu de hombres que no tenían tantas armas tan avanzadas para la época en la que estaban, en cambio, ellos tiraban flechas ardiendo, hacían una gran bola con hojas, la quemaban y las tiraban con las catapultas. El rey tubo ventaja porque el castillo no está en el suelo, está sobre un gran trozo de roca, donde en la parte de abajo, había una pequeña puerta y si tú entrabas, había un túnel por donde tú podías subir y bajar gracias a las piedras que están sujetas. Esa roca estaba situada a al orilla de la playa, y si subía la marea, no se podía entrar.

Después de unos días, se pudo divisar a lo lejos muchos hombres con antorchas que empujaban catapultas y llevaban el la mano flechas y arcos, la cara estaba cubierta con una máscara. Al fondo, estaba el jefe sentado en su trono empujado por cuatro de sus hombres. Él no paraba de gritar:

-Melma Meness, indigas ziedu, ligzdu cuskas!

Sus súbtos le contestaban:

-Dzirdet, dzird!

Daban miedo, pero no podían darles: sus flechas y bolas incendiadas no llegaba al castillo, el caso es que ellos tampoco podían darles: todo lo que tiraban se caía al agua o se pasaba de largo, además, se movían y se extendían por todas partes. Llegó un momento en el que el rey gritó al emisario:

-¡He tenido demasiada paciencia con esos díscolas! ¡Que los nuestros paren de disparar!
-Mil disculpas mi señor, pero...
-¡No hay peros que valgan! ¡Qué paren de una vez!
-(Suspira)Lo que usted desee... ¡Parad de disparad! ¡Es una orden del rey!
Qué se metan todos a dentro a descansar!
-Si mira a vuestros alrededores, estamos en medio de una pelea, mi majestad...
-¡Qué todos se refugien dentro del castillo! ¡Es una orden!
-¡Meteos a dentro, rápido! ¡Lo ordena el monarca!

No durmieron esa noche muy bien con los gritos y los golpes de los enemigos. Sin embargo, por la mañana, la tribu se marchó después de insistir en algo que era imposible se conseguir, ya que estaba la marea llena.

Después de ese día, el castillo volvió a la normalidad: estaba inundado por las risas del rey causadas por los chistes, que igualmente los escuchaba todo el castillo, del bufón. Una vez que fue finalizado el turno del payaso, pensó que quizás su pequeño reino necesitaba una reina, así, que decidió reunir a todas las doncellas del castillo ylas empezó a hablar:

-Mi padre siempre fumaba un puro habano y mi madre le reñía. Desde entonces, vivía en otra isla, mi padre en las batallas, nunca se quedaba en la retaguardia, en cambio, iba siempre a la vanguardia y nunca ha peleado en su castillo, bajaba a pelear a la tierra para combatir en el mismo nivel que el enemigos. Yo siempre observaba con atención a mi padre desde la ventana de mi habitación mientras que me comía un tarro de azúcar. Eso se acabó cuando unos vándalos mataron a medio ejército y junto a él, mi padre. Ellos se quedaron con mi madre y algunas mujeres más y retomaron el castillo. El resto de la tropa y las mujeres con sus hijos, consiguieron montarse en el barco con migo e irnos a otra isla cercana. Como yo era príncipe, me nombraron rey de un pequeño reino. Pero nunca seré tan valiente como mi padre...

Cuando se quiso dar cuenta, solo unas pocas muchachas atendían a la historia, el resto de las mujeres miraban a los jilgueros jugar en el aire a través de la ventana. El rey propuso el siguiente reto:

-Tengo unas semillas que os voy a dar con una maceta y cada una va a cuidar su propia semilla y me traeréis el resultado.

Una vez repartidas las semillas y las macetas les dejó un tiempo justo para cuidarlas.

Una muchacha, cuyo nombre es Margarita, cuidó a su semilla como si fuera un niño pequeño, pero no le salía nada, ni siquiera un brote verde...

Cuando pasó el tiempo, todas presentaron flores con hermosos colores excepto Margarita que presentó una maceta vacía. Entonces, el rey dijo que la única que le había dicho la verdad era Margarita porque era imposible que de esas semillas saliera algo. Se celebró la boda y todo salió bien.

Este rey era listo porque consiguió que un ejército de rebeldes se cansara y salieran de guerra. También ideó un plan para averiguar quién de las chicas era sincera.

Mi próxima historia se titulará Los embalses, pero ahora no tengo suficiente tiempo para contártelo. 

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