sábado, 1 de junio de 2013

Por un FUTURO VERDE.

Una joven madre con un niño en brazos corría insegura bajo la lluvia. Dejó al bebé en un portal, llamó a la puerta y se fue
corriendo. Abrió una solitaria anciana, que acogió al bebé encantada. Parecía que era su hijo.  El niño aprendió a hablar y andar perfectamente con ella. Él se quedaba embobado viendo documentales de animales y plantas ¡Se notaba que le gustaba el medio ambiente!

A los cinco años, Leo, el niño, tenía que ayudar a la anciana, que unos meses después murió. En ese día lloró muchísimo,el corazón se le encojía. Con ese sentimiento de tristeza, decidió  avisar a un vecino para que llame a una ambulancia, después se despidió de ella, aunque sabía que era demasiado tarde, porque su corazón no latía.

Cogió tres paquetes de galletas, cuatro botellas de agua y una bolsita de semillas que tenía Luisa, la anciana, guardada en un cajón, esperando sembrarla en un sitio especial. Se las llevó para cumplir ese deseo. Se metió todas las cosas en una mochila. A continuación, se fue.

Pensó que ahí fuera todo el el mundo cuidaba su entorno, pero lo único que vio verde, fue los diminutos parques llenos de bolsas de plástico y enormes carteles anunciando algo. Ahora entendió porqué Luisa no quería llevarle a esa parte del pueblo.

Se fue al único y gran parque donde todos los días paseaba con ella. No había columpios ni  toboganes, solo árboles e hierba. Allí tenía una cabaña cerrada con llave en un árbol,  Leo tenía esa llave, así que entró. Dejó sus cosas y se durmió un ratito.

Al despertar, tenía que hacer algo para poder comer.Hizo varios intentos, pero no tubo demasiada suerte.

No tenía amigos, ni a quien contar llas cosas. Se sentía muy solo y triste. Junto al árbol, con unas ramas , hojas secas, bolsas de plástico y ropa que dejaban al rededor del contenedor de ropa, se hizo un espantapájaros. Le puso una gabardina que le arrastraba por el suelo.

Este espantapájaros no era uno cualquiera, era uno especial, pues cada día se encontraba algo de comida o ropa junto a él. Leo llamaba al espantapájaros Lerín. Le hablaba y le contaba cómo le había ido el día, por fin tenía a un buen amigo, y quizás, el mejor de todos, por que no hablaba, simplemente te sabía escuchar.

Siete años más tarde, ya se sabía todos los rincones de ese parque y los animales que habitaban. Entonces decidió salvar el medio ambiente, porque la ciudad estaba llena de plásticos y de humo. El único parque que estaba en condiciones era este.

Se quería ir de su casa en busca de algo que les convezcan a los ciudadanos a cuidar lo que les rodea. Por la noche, le dijo su idea a Lerín.

Al día siguiente, se encontró una mochila llena de cosas y ropa limpia al lado del espantapájaros. Después de cambiarse, emprendió su largo viaje.

Llegó a un río de agua cristalina e invadido por una vegetación verde, aunque por el camino le fue dando mareos, pero llegó. Se acercó y sacó una cámara de la mochila para echar una foto, cuando se fijó en un niño negro que le obserbaba dentro del agua, de repente se sumergió. Se quedó como itnotizado mirando al agua.

Una mano fría le tocó el hombro, se dio media vuelta y ahí estaba el niño de antes. Estaba empapado e iba descalzo, como Leo:
- ¿A qué has venido, niño? - Dijo el chico de color.
- A salvar el entorno de mi ciudad. Quiero convencerles que se puede limpiar la ciudad y construir más parques con hierba y árboles.
- Yo te ayudaré. Por cierto, me llamo Martín.
- Yo Leo. -  dijo mientras sacaba la foto al río.
Martín llevó a Leo a sitios extraordinarios y le enseño nuevos y curiosos animales. Fueron a una playa, le recordaba a la suya... ¡Ojala estuvieran así de limpias!

El final del trayecto fue un prado. Leo se sentía cansado, su corazón latía muy fuerte.

Le entró mucho sueño, se tumbó y se puso la mochila como almohada, pero antes sacó la bolsita con semillas.

Tenía otra vez mareo, pero esta vez no podía evitar caerse. Finalmente, con intención de descansar, cerró los ojos y quizás no va a abrirlos nunca más:
  -Vamos, no es momento de dormirse.- Le dijo Martín mientras le empujba. -¿Leo? ¿Estás bien?- Preguntaba preocupado. -¡Leo!

Le tocó el pecho, y notó que el corazón no latía. Sintió Martín lo mismo que Leo con la muerte de Luisa. Se limpió las lágrimas y enterró como pudo a su amigo, además con las semillas en la mano.

Por suerte,  su abuelo, sabía hacer presentaciones de diapositivas y le enseñó. Él quería hacer lo que Leo no pudo hacer...
Una vez en la ciudad, Martín aprovechó el escenario del discurso del alcalde de todos los años. Pidió un Pendrile y un portátil y se puso a hacer la presentación de diapositivas. Se puso en un momento en la piel de Leo. Después, dijo delante de todo el mundo: 
-Señoras y señores,un  segundo, ¿Me podrían prestar atención un momento? Bien, pues me llamo Martín y no soy de aquí, he perdido toda mi familia, me he quedado solo. Vivo cerca de un río. Yo conocí a un niño que se llama Leo, mientras que me bañaba en el río. Él tenía un único objetivo: Tener un futuro más limpio en esta ciudad. Según me contó, su madre murió cuando él tenía cinco años, desde entonces, se las ha apañado él solito con ayuda de un espantapájaros. A los 12 años abrió los ojos y decidió emprender un viaje para abrir también abrir los ojos a todos vosotros. Tengo aquí todas las fotos que ha echado y también la lista de cosas que quiere arreglar. Él murió en el viaje, pero quiero recordarle con esta imagen porque le describe cómo es. Os dejo con las presentaciones de diapositivas. ¡Adiós!





Años después, creció un arbol de la mano de Leo, pero no era un árbol cualquiera, era un árbol sin hojas y con la forma de la cabeza de Leo.
Las flores tan bellas que había en el precioso prado donde está el árbol, no están. Esa hierba tan verde, ya no está igual de bonita que antes. Esos conejos y ciervos que correteaban, ahora huyen de los cazadores. ¡No se habían respetado las normas que propuso! Pero solo vosotros podéis salvar el futuro, pero... ¿cómo? Pues cumpliendo las normas que propuso Leo. ¡Por un FUTURO VERDE!

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